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Era hija de Tomas de Pizan, un físico, astrólogo de la corte y canciller de la república de Venecia. Después de su nacimiento, su padre aceptó una invitación a la corte del rey Carlos V de Francia como astrólogo real, alquimista y físico. En este entorno, Pizan fue capaz de desarrollar sus intereses intelectuales. Christine fue exitosamente educada en forma autodidacta, y aprendió a hablar francés, italiano y latín. Allí descubrió los clásicos y el humanismo del renacimiento temprano y el archivo real de Carlos V, el cual albergaba un vasto número de manuscritos.
Cristina vivía alegre, entregada a las lecturas y gozando de admiración, según relata ella misma. A los quince años (una edad habitual para la época), se casó con Etienne Castel, que era notario y secretario del rey. No fue un matrimonio pactado, como tantos otros de aquel momento. Ella le quiso sinceramente y con él tuvo tres hijos. Sin embargo, su suerte, y también la de Francia, cambió.
Viuda a los veinticinco años, se encontró con tres hijos que alimentar –la mayor de nueve años–, el dolor de perder a un hijo recién nacido, el deber de mantener a su madre, una sobrina pobre a la que había acogido y la responsabilidad que suponían sus dos hermanos menores. Alguien tenía que tomar las riendas de la situación y, como no había otro alguien, decidió que lo haría ella.
Tomó la dirección de su casa. Sin embargo, la repentina desaparición de su esposo la había dejado totalmente indefensa. Hubo un momento en que se la llegó a demandar judicialmente en cuatro tribunales de París con el fin de negarle el patrimonio que había comprado su marido.
Sacó adelante a su familia escribiendo, convirtiéndose así en la primera escritora profesional de la historia.Sus poemas se organizan en colecciones que siguen una trama narrativa, muchos de los cuales están extraídos directamente de su experiencia personal como Seulette suy et seulette vueil estr ("Solita estoy y solita quiero estar"). Mucho de su trabajo contenía información biográfica detallada, algo inusual en esa época. Sus primeros poemas y baladas de amores perdidos transmitían la tristeza de su prematura viudez, y se hicieron populares de inmediato. Cristina, además, escribió varios libros en los que defendía a las mujeres y sus derechos. Uno de esos libros, por ejemplo, era en defensa de Juana de Arco.
Debido a estos libros, sus comentarios y sus ideas, es considerada una protofeminista, es decir, una precursora del movimiento feminista de antes de que este existiese como tal.
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